martes, 29 de enero de 2013

Lunerías

La luna es el final del túnel,
la mancha delatora del helado de nata,
el lunar que sobrevivió a los lavados,
el punto y seguido de las melancolías,
el cable de canto que tiende a infinito,
la promesa del voyeur,
la lucidez cuando todo parece perdido,
el regreso recurrente,
el ojo vigía de sueños...

... centinela de mi ventana.

lunes, 28 de enero de 2013

Fuego y viento



Hay horizontes que son hermosas rimas plásticas que en sus ondulaciones sinuosas parecen bellos cuerpos encadenados.


Lluvias extrañas que acarician una tierra que no es tierra sino porosas piedras que retienen la humedad como ninguna otra tierra,  por poco que la niebla o ligeras gotas de agua las acaricien.


Pequeño hogar para el viento que con constancia y terquedad, barre cualquier vestigio, cualquier huella humana que una y otra vez, siembra con mimo y tesón en unas piedras tan ricas, que con un solo rastro de ese agua codiciada, regala humildes pero sabrosos frutos.

He visitado volcanes. He pisado lava enfriada a borbotones hace millones de años y he conocido personas recias y de sonrisa fácil.

Delicadas artesanías hechas con arenas en sus colores naturales, ocres, sienas, grises en todas sus escalas hasta casi rozar  el negro más absoluto y  que se convierten en preciosos cuadros exquisitamente creados.




Nubes de atardecer con colores imposibles que se pierden poco a poco en el manto de la noche.

 










Tendré que volver.

sábado, 26 de enero de 2013

Caballito de cartón




Desperté de mi ensoñación al ver a mis hermanos tan hermosos, me despertó un golpe en mi talón y algo duro, frio y doloroso atravesó mi casco, luego el otro, y el otro y el otro.
¡Y me moví! 
Y no, no tenía una estrella en mi frente, no tenía colores, era triste, oscuro, y mi movimiento solo era un balancín.
¿Quién era yo? 
Nada, nadie… solo un caballito de cartón.








Fin

martes, 22 de enero de 2013

Toma mi mano y ven



Foto de Ryan Prince



Ella estaba mirando el mar diluido en la niebla. El paseaba en solitario y se sentó en el banco de al lado. Le atrajo aquella estampa melancólica de la mujer vestida de negro, de ojos negros y presumiblemente, pensamientos negros. No pudo sustraerse al influjo.

Ella le miró triste, largamente, sus ojos inmensamente oscuros le absorbieron, agujero negro que engullía toda posibilidad de esperanza. Le alargó la mano y él la tomó. La tarde gris salva dos soledades que se juntan. Dos siluetas se pierden en la niebla.

Es niebla…

jueves, 17 de enero de 2013

En el país de Ojalá


Cuentan que hubo un día en la isla de Ojalá, un oteador de horizontes. Rescataba olas perdidas que rompían errantes sobre su playa y él las coronaba de nuevo de espuma blanca y las devolvía al mar después de unos días de atentos cuidados intensivos. 
Una vez llegó una ola cansada y maltrecha, cargada de oscuras algas que lastraban su porte. El oteador la purificó y se hizo con ella una columna corintia donde apoyaba su espalda en su sempiterna pose y le contaba historias que tenía guardadas,  mientras el murmullo de su risa de agua alegraba su vida.
Y dicen que esta historia no tiene final porque de repente, en la isla de Ojalá, se detuvo el tiempo.

martes, 15 de enero de 2013

Memorias de un caballito de cartón



Hoy recuerdo los días felices. Precisamente hoy.


Mis primera imagen fue un ojo y delante de ese ojo,  un cristal. Se acercaba mucho al mío y soplaba como un viento fuerte.  Luego vi que se acercaba una mano regordeta, cálida y a la vez dura  que me sujetaba la cabeza mientras otra mano con una especie de palito que terminaba en un mechón de pelos,  húmedo y frío,  daba pequeños toques en mi oreja. ¿Qué tendrá mi oreja? Pensé yo al tiempo que sentía unas caricias que me hacían cosquillas.

Un vozarrón  grave, entró por ella y casi me espanta aunque yo no podía moverme, no sé por qué, pero no podía moverme, ni siquiera podía mover la cola, sigo sin saber porqué.

-          Esta oreja está quedando muy bien  


-          Papá tienes que retocar la otra, la entrega es mañana y ha de estar bien seco



Otra vez me sopla y a la vez que lo hace, yo comprendo mejor el entorno, comienzo a ver cosas más lejanas,  no solo las manazas y el pincel – me enteré que se llamaba pincel porque el vozarrón  se lo pidió a otra voz parecida, pero más suave, más fresca  - ¡dame el pincel plano!  - Dijo.

-          Hay que dar un repaso a los cascos y la crin

-          Si

-          Y creo que ya está terminado - Dijo con un suspiro de cansancio.

Un trueno resonó en mi cabeza - ¡Marta…trae las mantas de los caballos, ya están listos!

Un murmullo alegre se fue acercando, ¿Quién era Marta? Y lo más importante… ¿Qué era Marta?

Unos ojos azules se acercaron a los míos,  noté su aliento, era dulce,  me sopló en el ojo también.

-          Falta la luz en el iris, ya me parecía a mi que esa pupila estaba triste………

-          ¡Nacho, da un toque de blanco aquí, anda! 

Los ojos azules llenos de arrugas me miraron alegres y juguetones y noté un palmadita en el lomo,  - “Te he hecho una manta preciosa, amiguito”  -  me soltó en la oreja. ¡ Ahhh si hubiese podido encabritarme!   Regalarle una cabriola a aquella voz tan alegre.  Pero no sé por qué, no puedo moverme,  tampoco puedo bajar la cabeza para ver mis patas,  ¿por qué no podré moverme?  Intenté un relincho  pero tampoco,  ¡tampoco podía relinchar!  Sin embargo, yo era un caballo, yo sabía que era un caballo, pero no podía moverme.

Mis ojos solo alcanzaban a ver al frente y algo a los costados, tampoco podía moverlos, solo ver lo que tenía delante de mi, y eso era algo bien raro, una tela azul manchada de colores que se movía ante mis ojos, que hablaba y tenía un vozarrón  que tronaba  en mi oreja, sus manos grandes y también unos ojos azules, muy, muy azules y llenos de unas arruguitas alrededor que les hacían muy alegres. Esos son los de Marta, pero aún no sé quien es Marta.

-          ¡Cuidado  mamá!  Parece que no está seco del todo,  comienza con los que ya están terminados.

-          Hijo, no sé que tiene este pequeñín, ¡son esos ojitos saltones ¡  Es muy gracioso

-          ¿A dónde va?

-          Es para el hijo del médico

-          Tenemos que pagar las facturas del año – Tronó el vozarrón mientras reía fuerte

-          Sí, - sonó la voz alegre y fresca,  - este año entre el sarampión y las muelas……

-          Por eso creo que lo has pintado con tanto cariño

-          Es un niño muy juguetón, le hará feliz este amiguito



Sentí algo cálido y un poco áspero  que me ponían sobre el lomo  con algo pegajoso debajo, y una cincha al cuello, sobre mi crin. No pude hacer nada, era molesto, pero  -¡como no podía moverme!  ……

Oí detrás de mi un ruido raro, como de algo que se mueve y enseguida supe que era.

Me levantaron entre el vozarrón y Nacho, y me colocaron en dos maderas curvas. Me asusté, me asusté mucho, muchísimo, pero al mismo tiempo, me cambiaron de posición  y vi otros como yo, mas caballos, eso sí, pintados con primor, con flores y lazos de colores. Sus posturas eran  como cabriolas,  como si estuvieran galopando, y sus cabezas se levantaban con brío  soltando sus crines al viento y coronadas sus frentes con preciosas estrellas.

¿Tendría yo una estrella en la frente?  Yo no podía verme, ¿Cómo era yo? …¿Cómo soy?


Continuará .............

jueves, 10 de enero de 2013

Largo es el olvido

(Es tan corto el amor y es tan largo el olvido)

Y dejé tus veinte años suspendidos en una tarde,
dejé tus labios esperando besos.
Asomada a la baranda de la incertidumbre
te quedé esperando un inútil regreso.

(Es tan corto el amor y es tan largo el olvido)

Oteas sin querer ver que ya no existo,
ansías sin sospechar mi indolencia,
malgastas tu juventud insatisfecha de abrazos
y te quedas inerte, helada y lesa.

(Es tan corto el amor y es tan largo el olvido)

Te mientes desde que yo te mentía,
te engañas en tanto que yo juego;
enciendes tenaz tu esperanza
te quemas lentamente y no hay fuego.

(Es tan corto el amor y tan largo el olvido)

Mi nombre es una letanía amarga
que pronuncias casi sin aliento,
y yo no te escucho, ya no me importas,
pasó mi amor, mi olvido, mi tiempo.

Habitación de hotel. Edward Hooper