miércoles, 16 de octubre de 2013

Modo imperativo

Por decirlo de alguna manera, soy asquerosamente prudente. Si a esto le sumamos que no me gusta hablar alto, el resultado es en según qué casos, que soy una mujer poco menos que invisible.

Lo compruebo enseguida cuando estoy en la barra de un bar en plena hora punta del café matutino. Intento memorizar quién estaba antes para no colarme y espero. Invariablemente el camarero atiende a quien le habla más alto, y especialmente a quien le ordena: PONME UN MÁQUINA CON LECHE, aunque sea desde tres pasos detrás de mí. Es entonces cuando la simple mirada del camarero hace las veces de pasaporte directo a primera línea de barra.

Y me quedo con cara de pasmo con mi oigaporfavorcuandopuedauncafé colgando del desconsuelo de mi estómago que ya se resiente de que se pasa la hora del líquido calentito.

Sé agresivo, tutea, avasalla.

¿Modo cívico?

No.

Modo imperativo.



2 comentarios:

  1. Está visto que la educación no siempre es la mejor aliada. Desgraciadamente eso de "echar morro" es lo que triumfa, y si quieres que tu estómago no se resienta hay dos soluciones: cambia de cafetería, u olvidaté por unos segundos de ser prudente, levanta el brazo y mueveló como un molinillo a la vez que gritas ¡¡¡¡¡uno solo por favor!!!!!!. A fin de cuentas ¿a quién no le dijeron sus padres de pequeño "allá donde fueres haz lo que vieres"?
    Besitos Fusun

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  2. Yo soy como tu, procuro ir a lo mío, buscar con los ojos al camarero y entonces hacer una seña para que me atienda.
    Una vez, no había manera de que me cobrase el café, así que me levanté, cogí el dinero depositado en la barra y caminé hacia la salida. ¡Vaya! te aseguro que me vio y que me escuchó.

    Creo que la prudencia es cada vez menos respetada.

    Un abrazo de vuelta por aquí.

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