lunes, 4 de febrero de 2013

Me dijeron que no. Que llegaste al portal con paso cansado, pero no llamaste a mi puerta. Que subiste las escaleras hasta el primer piso, con el rostro ajado, que te quedaste mirando la placa de mi nombre, pero no llamaste. Que tu gesto pintaba surcos de infinita tristeza, pero que no, que no llamaste.

Me dijeron que pese a tus esfuerzos por montarte en el tren de la vida loca, la pesada losa del abandono curvaba tus hombros; que esa mujer a la que te aferrabas por no caer de tu paso incierto no borraba mi imagen; que el portazo que diste a nuestras vidas clausuró tu sonrisa amplia para dibujar una sonrisa de plástico.

Me dijeron que te fuiste sin atreverte a poner los nudillos sobre mi puerta, que la mirabas largamente, como si toda tu existencia se proyectara allí. Y quizás te convenciste de lo imposible de sortear los abismos de la indolencia que horadaron nuestras vidas.

Entonces te fuiste de nuevo...



2 comentarios:

  1. Hay que ser muy valiente o amar mucho para llamar a las puertas. La cobardía no es cosa de los amantes.

    Besicos.

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  2. ¿Cuanto amor se habrá quedado solo en el intento de llamar a una puerta?

    Un beso

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