La llave pudo abrir la puerta del alma desangrada que tímidamente
se asomó al exterior luminoso diluyendo su terrible cerrazón.
Se replegó el alma sobre sí misma ahogándose sobre su propio
lamento, incapaz. La cerradura estaba orientada a poniente. Cuando el sol descendió
sobre su horizonte, un rayo oblicuo vino
a coincidir con el ojo de la cerradura, partiendo la oscuridad del alma en mil
pedazos que pudieron escapar por la abertura. Y el alma se liberó.
No hay puertas cerradas ya. El alma se abre en un fluir
inesperado.
Bonita manera de expresar la libertad, tal cual, como un estallido de color.
ResponderEliminarPecioso Fusun