El ser humano puede llegar a ser maravilloso o todo lo
contrario, un saco de miserias.
No hace falta ser un criminal, ladrón o cargarse cualquier
otro mandamiento, solo hace falta ser miserable. No miserable a lo grande, no, pero decía mi
abuela que muchos pocos hacen un mucho y hay personas que guardan como tesoros sus pequeñas miserias y así, una
detrás de otra y todas juntitas, acaban por
convertir a un ser normalillo en un auténtico y enorme miserable.
Conocí una vez a una señora que se colaba en todas las inauguraciones de
exposiciones con picoteo y así cenaba. Se conocía todos los horarios de los
saraos y tan pimpante, vinito a vinito, canapé a canapé, cenaba. Compraba la ropa de segunda mano incluido el calzado.
Era millonaria.
Es peor cuando las miserias se llevan en el alma y se
escapan cada dos por tres. Esas personas me dan pena.
Todos portamos algunas miserias, pero algunos van lastrados, tienes razón en eso. He de reconocerte que a mí no me dan pena.
ResponderEliminarMezcla tus miserables con mis tiranos y tenemos un estupendo cóctel.
Besos, Deva.