Cuentan que hubo un día en la isla de Ojalá, un oteador de horizontes. Rescataba olas perdidas que rompían errantes sobre su playa y él las coronaba de nuevo de espuma blanca y las devolvía al mar después de unos días de atentos cuidados intensivos.
Una vez llegó una ola cansada y maltrecha, cargada de oscuras algas que lastraban su porte. El oteador la purificó y se hizo con ella una columna corintia donde apoyaba su espalda en su sempiterna pose y le contaba historias que tenía guardadas, mientras el murmullo de su risa de agua alegraba su vida.
Y dicen que esta historia no tiene final porque de repente, en la isla de Ojalá, se detuvo el tiempo.
Si en Ojalá me detuviera, creo que sería dichosa apoyada en la columna de su pórtico.
ResponderEliminarPues me dijeron que se encontraba en un mar de los Sargazos... :)
ResponderEliminarY yo he pedido el pasaporte Ojalaseño... ;-)
ResponderEliminarLa ola estaba cansada.
ResponderEliminar¡Pobre ola! ¿Podrá volver al mar?
Quizás como una columna corintia perdida en el fondo de arena donde otro oteador la encuentre.
Un beso