Hoy recuerdo los días felices. Precisamente hoy.
Mis primera imagen fue un ojo y delante de ese ojo, un cristal. Se acercaba mucho al mío y soplaba
como un viento fuerte. Luego vi que se
acercaba una mano regordeta, cálida y a la vez dura que me sujetaba la cabeza mientras otra mano
con una especie de palito que terminaba en un mechón de pelos, húmedo y frío, daba pequeños toques en mi oreja. ¿Qué tendrá
mi oreja? Pensé yo al tiempo que sentía unas caricias que me hacían cosquillas.
Un vozarrón grave,
entró por ella y casi me espanta aunque yo no podía moverme, no sé por qué,
pero no podía moverme, ni siquiera podía mover la cola, sigo sin saber porqué.
-
Esta oreja está quedando muy bien
-
Papá tienes que retocar la otra, la entrega es mañana
y ha de estar bien seco
Otra vez me sopla y a la vez que lo hace, yo comprendo mejor
el entorno, comienzo a ver cosas más lejanas,
no solo las manazas y el pincel – me enteré que se llamaba pincel porque
el vozarrón se lo pidió a otra voz
parecida, pero más suave, más fresca -
¡dame el pincel plano! - Dijo.
-
Hay que dar un repaso a los cascos y la crin
-
Si
-
Y creo que ya está terminado - Dijo con un
suspiro de cansancio.
Un trueno resonó en mi cabeza -
¡Marta…trae las mantas de los caballos, ya están listos!
Un murmullo alegre se fue
acercando, ¿Quién era Marta? Y lo más importante… ¿Qué era Marta?
Unos ojos azules se acercaron a
los míos, noté su aliento, era dulce, me sopló en el ojo también.
-
Falta la luz en el iris, ya me parecía a mi que
esa pupila estaba triste………
-
¡Nacho, da un toque de blanco aquí, anda!
Los ojos azules llenos de arrugas
me miraron alegres y juguetones y noté un palmadita en el lomo, - “Te he hecho una manta preciosa, amiguito” - me
soltó en la oreja. ¡ Ahhh si hubiese podido encabritarme! Regalarle una cabriola a aquella voz tan
alegre. Pero no sé por qué, no puedo
moverme, tampoco puedo bajar la cabeza para
ver mis patas, ¿por qué no podré
moverme? Intenté un relincho pero tampoco,
¡tampoco podía relinchar! Sin embargo,
yo era un caballo, yo sabía que era un caballo, pero no podía moverme.
Mis ojos solo alcanzaban a ver al
frente y algo a los costados, tampoco podía moverlos, solo ver lo que tenía
delante de mi, y eso era algo bien raro, una tela azul manchada de colores que
se movía ante mis ojos, que hablaba y tenía un vozarrón que tronaba en mi oreja, sus manos grandes y también unos
ojos azules, muy, muy azules y llenos de unas arruguitas alrededor que les
hacían muy alegres. Esos son los de Marta, pero aún no sé quien es Marta.
-
¡Cuidado
mamá! Parece que no está seco del
todo, comienza con los que ya están terminados.
-
Hijo, no sé que tiene este pequeñín, ¡son esos
ojitos saltones ¡ Es muy gracioso
-
¿A dónde va?
-
Es para el hijo del médico
-
Tenemos que pagar las facturas del año – Tronó
el vozarrón mientras reía fuerte
-
Sí, - sonó la voz alegre y fresca, - este año entre el sarampión y las muelas……
-
Por eso creo que lo has pintado con tanto cariño
-
Es un niño muy juguetón, le hará feliz este
amiguito
Sentí algo cálido y un poco áspero que me ponían sobre el lomo con algo pegajoso debajo, y una cincha al
cuello, sobre mi crin. No pude hacer nada, era molesto, pero -¡como no podía moverme! ……
Oí detrás de mi un ruido raro,
como de algo que se mueve y enseguida supe que era.
Me levantaron entre el vozarrón y Nacho,
y me colocaron en dos maderas curvas. Me asusté, me asusté mucho, muchísimo,
pero al mismo tiempo, me cambiaron de posición
y vi otros como yo, mas caballos, eso sí, pintados con primor, con
flores y lazos de colores. Sus posturas eran
como cabriolas, como si
estuvieran galopando, y sus cabezas se levantaban con brío soltando sus crines al viento y coronadas sus
frentes con preciosas estrellas.
¿Tendría yo una estrella en la
frente? Yo no podía verme, ¿Cómo era yo?
…¿Cómo soy?
Continuará .............
No hay comentarios:
Publicar un comentario