¿Música? Sí...
¿Pintura? También...
Pero sobre todo, formas de ver la vida y gusto por comunicar. Este es el motivo de este blog conjunto de estas dos mujeres que un día coinciden en alguna parte del mundo virtual, y que empiezan a encadenar sus vivencias a través de la escritura desde lugares muy distintos.
Fue la sensibilidad compartida lo que nos proporcionó el punto de confluencia. Auguro buenos momentos musicales y artísticos -ella sabe de eso-, y traigo una pieza excelente que admiramos las dos y que en su día ya tuvimos ocasión de comentar. Y es esta y no otra con la que me apetece abrir mi participación porque es la que me ha acompañado en los momentos más difíciles que he vivido, y aún a la que recurro cuando necesito láudano para el alma, o bálsamo para las heridas, o simplemente cuando busco la quietud en ese duro proceso de catarsis que a menudo sufrimos los humanos.
Esta pieza musical es el tema central de "La muerte en Venecia", novela corta de Thomas Mann publicada en 1912 y llevada al cine por Luchino Visconti en 1971.
Se trata de una historia compleja repleta de simbolismos que hacen mella en el ánimo del espectador. La belleza de Tadzio frente a la decadencia de Venecia, asolada por el cólera forman dos imágenes antagónicas, como antagónicos son también los sentimientos del intachable escritor Aschembach, que ve tambaleado su orden moral enamorándose perdidamente del joven Tadzio, lo que desata una inédita ola de pasiones oscuras en su interior. Es la dicotomía que habita en todo ser humano. La lucha del Eros y el Tánatos. Los entresijos oscuros del alma humana.
"Un abismo poblado de violencia, de deseos y de fantasmas sobrecogedores y exaltantes, del que por lo general no tenemos conciencia alguna, salvo a través de experiencias privilegiadas que ocasionalmente lo revelan, recordándonos que, por más que lo hayamos reducido a la catacumba y al olvido, forma parte integral de la naturaleza humana y subyace, por lo tanto, con sus monstruos y sus sirenas seductoras, como un desafío permanente a los usos y costumbres de la civilización" (Vargas Llosa)
La muerte preside toda la narración hasta que, liberadora, acude a buscar a Aschembach, sentado frente al mar. No había otra opción. Su propio proceso devastador se representa metafóricamente en las fachadas de la bella y decrépita ciudad de Venecia.
Luchino Visconti consigue homenajear la belleza y recrear a la vez la decadencia en esta cinta magistral, y Dirk Bogarde resuelve brillantemente su atormentado personaje. El resto lo hace la magnífica banda sonora de Mahler que se trenza con el hilo de la narración como conductor indispensable de emociones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario